En 1966 Reader's Digest publicó una colección de 14 libros con cuatro textos condensados cada uno. Es decir, la colección completa de 14 libros contiene 56 libros en total. Desconozco cuán bien o mal la condensación está hecha, pero supongo que debe ser decorosa y legible ya que la revista que publicaba y publica Reader's Digest (llamada Selecciones) tenía al final de la misma un libro condensado cada mes. De manera particular, a mí no me gustan los libros condensados, prefiero las versiones originales. Pero por otro lado, me doy cuenta que el público adolescente (al que iba dirigida la colección) quizás sienta fastidioso y aburrido leer clásicos de la literatura universal si es que primero no han pasado por el tamiz un cierto adelgazamiento.
Todo este tema de los libros condensados me hizo pensar: ¿si en su momento, y cuando niña, se me hubiesen cruzado versiones condensadas del Ulises de Joyce, En busca del tiempo perdido de Proust o La montaña mágica de Mann, me hubiera animado a leerlos? Creo que sí, desde ya. Entonces, y desde la posición de adolescente que alguna vez fui, puedo entender el esfuerzo y el intento de acortar distancias entre los jóvenes y la literatura universal.
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